Reminiscencias II
Sin fé, sin creencias, sin culto ninguno
Sin nadie a quien pueda los ojos volver,
Hundido en la sombra del negro infortunio
Llorando en silencio las dichas de ayer.
Llevando tan sólo, del tiempo pasado,
De aquellos placeres que niño sentí,
Borroso en el alma, recuerdo lejano
Que aumenta mis horas de horrendo sufrir.
Yo tuve una madre creyente y piadosa
Que en días muy felices me hablaba de Dios,
Que al cielo mirando, decíame gozosa:
“Allá es nuestra patria, la patria mejor.”
“No temas del mundo la ruda batalla,
¡Sin lucha no hay gloria, vivir es luchar!
Si sufres, sé humilde, resígnate y calla
Que nadie tus penas sabrá mitigar.”
“No importa que el mundo te olvide o desprecie,
No dobles la frente servil al poder
¡Sé libre, sé hombre! y eleva tus preces
al Rey de los cielos si quieres vencer.”
¡Oh madre querida! Tus máximas guardo,
cual rico tesoro, cual santa heredad,
más llena está el alma de heridas sangrando
que el mundo me ha hecho con saña falaz.
En vano he tendido la vista a los cielos
Orando y pidiendo justicia a tu Dios;
Ya dudo que exista, pues no oye mis ruegos,
Ni enjuga mi llanto, ni ve mi dolor.
¿Por qué en esta vida de penas sembradas
El hombre no encuentra reposo jamás?
¿Por qué no alimenta mi pecho esperanza
ni embota sus dardos la duda tenaz?
Ya sólo cautiva mi pecho anhelante
La paz del sepulcro, la noche sin fin,
Y llamo a la muerte con voz suplicante
Pero ella no me oye… no quiere venir.
(“La Florida”, Costa Rica, Agosto 20, 1904)
Sin nadie a quien pueda los ojos volver,
Hundido en la sombra del negro infortunio
Llorando en silencio las dichas de ayer.
Llevando tan sólo, del tiempo pasado,
De aquellos placeres que niño sentí,
Borroso en el alma, recuerdo lejano
Que aumenta mis horas de horrendo sufrir.
Yo tuve una madre creyente y piadosa
Que en días muy felices me hablaba de Dios,
Que al cielo mirando, decíame gozosa:
“Allá es nuestra patria, la patria mejor.”
“No temas del mundo la ruda batalla,
¡Sin lucha no hay gloria, vivir es luchar!
Si sufres, sé humilde, resígnate y calla
Que nadie tus penas sabrá mitigar.”
“No importa que el mundo te olvide o desprecie,
No dobles la frente servil al poder
¡Sé libre, sé hombre! y eleva tus preces
al Rey de los cielos si quieres vencer.”
¡Oh madre querida! Tus máximas guardo,
cual rico tesoro, cual santa heredad,
más llena está el alma de heridas sangrando
que el mundo me ha hecho con saña falaz.
En vano he tendido la vista a los cielos
Orando y pidiendo justicia a tu Dios;
Ya dudo que exista, pues no oye mis ruegos,
Ni enjuga mi llanto, ni ve mi dolor.
¿Por qué en esta vida de penas sembradas
El hombre no encuentra reposo jamás?
¿Por qué no alimenta mi pecho esperanza
ni embota sus dardos la duda tenaz?
Ya sólo cautiva mi pecho anhelante
La paz del sepulcro, la noche sin fin,
Y llamo a la muerte con voz suplicante
Pero ella no me oye… no quiere venir.
(“La Florida”, Costa Rica, Agosto 20, 1904)
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